CORAL GABLES

La Ciudad Bella : así la llaman. Y créanme que el epíteto le encaja como anillo al dedo, porque esta ciudad color salmón, enclavada en el corazón de Miami, es una mezcla de modernidad y tradición,  de edificios acristalados, con espejos al sol encandilando la vista de cualquier provinciano, contrastando con las piedras vetustas de muros, arcos y fuentes, que salpican la vecindad más tranquila del condado. Coral Gables amanece como remanso de paz, como oasis de silencio mediterráneo, en medio de poblaciones tan bulliciosas como la Pequeña Habana o tan anglosajonas como la turística Coconut Grove. Es ciudad para admirar, para andar de arriba abajo… para vivirla de principio a fin.

 Yo no sé qué motivó a George Merrick a soñar con una lejana Europa, quizás el clima le recordó esas ciudades españolas de la costa sur que quién sabe si visitó o no,  el caso es que  sacando nombres de un diccionario enciclopédico, bautizó las calles de la nueva ciudad a la que su padre Solomón había llegado en 1899 y hasta el sol de hoy, reverberante y luminoso, pisamos extrañados las calles Alhambra, Segovia, Valencia, Salamanca, Granada, y finalmente, como agradecimiento a esos primeros que acariciaron la tierra y la embellecieron, el apellido Merrick se repite por toda la ciudad en hospitales, villas, plazas y mercados. Se lo ganaron, digo yo.

En la cantera donde extrajeron las piedras para las primeras construcciones, surgió una piscina atípica, totalmente irregular, con puente y cascada incluídas, pudiera pasar por una laguna sin mucho esfuerzo  y es hoy uno de los más hermosos lugares de la ciudad: Venetian pool.

La arteria fundamental de Coral Gables es la Avenida Ponce de León, que puede el visitante recorrer de norte a sur sin costo alguno, en un trolly  que de lunes a viernes brinda sus servicios a pobladores y visitantes. Muy útil… si lo sabré yo.

Podría llamarse también la ciudad de los Bancos, y no hablo de los que ofrecen descanso al caminante, sino a esos que guardan con celo el dinero de todas partes del mundo. Grandes y pequeños, colman esta ciudad, uno al lado del otro, casi promiscuos, exhibiendo las elegantes formas arquitectónicas que cada dueño le impuso, como competencia silenciosa, y es esa la mayor parte de la modernidad de Coral Gables. Pero lo que más la identifica, es precisamente lo contrario:  las mansiones entre árboles, como escondidas, que parecen esculpidas en medio de una jardinería perfecta y que aunque hayan sido construídas en el siglo pasado, están constantemente remozadas e impecables, como nacidas ayer.

Cines, teatros, bibliotecas, galerías… todo lo que una ciudad debe mostrar, pero con una milla de calle que no puedo dejar de mencionar: Miracle mile,  el downtown de la ciudad. Punto obligado para la jet set, los turistas, los que buscan las mejores joyerías, galerías, tiendas de diseños y ropas exclusivas. A cada paso, un café, puede ser francés o turco o norteamericano o italiano… esta ciudad está más allá de los orígenes. De noche, se iluminan los árboles y el ajetreo es mayor.

Es bella la ciudad, si se animan aquí los esperan un montón de hoteles lujosos, como el legendario Hotel Biltmore,  o los majestuosos Hyatt Regency y el Westin Colonnade , pero también otros más módicos y sencillos, como ese Chateaubleu Hotel  que  custodia una fuente con caballos que tantas veces ha sido testigo de mi paso apresurado para ir al trabajo.

Los espero.


6 comentarios en “CORAL GABLES

  1. Supongo que nunca iré (lo de cruzar el charco me sigue imponiendo respeto) pero tú me acercas a esos lugares de ensueño. Disfrútalos por mí. Un beso.

  2. Todo lo que cuentas me alucina, me sonaba un poco el nombre (por las películas americanas) pero no tenía ni idea de que ahí hubiera calles tan «españolas» ni el resto de las maravillas.

    Eso sí, me encantaría poder decir algún día «Me alojo en el Hyatt Regency», no mejor aún «Mándenme los 15 pares de zapatos que acabo de comprar al Hyatt Regency «

    • Jajajaja…pero será posible que siempre encuentres el lado alegre de las cosas…eres envidiable y me enorgullezco de contar contigo. Te espero, sabes, que no solo de «niuyores» vive el hombre

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